Cerré mis ojos y comencé a recordar el río Magdalena a su paso por Neiva, desde el malecón que está a su margen derecha. La vista es preciosa, es el final de la tarde, los colores naranjas aparecen en el cielo, siento el viento que sopla desde el río Grande, refrescando mi rostro y el enjambre de zancudos y jejenes, con su característico zumbido, perturbando mi existencia.

Junto a mí está uno de los monumentos más lindos que tiene la capital huilense, llamado La Gaitana, un bronce del maestro Rodrigo Arenas Betancourt. La Gaitana, como la llamaban los invasores, vengó la muerte de su hijo asesinado a manos de Pedro de Añasco (un subalterno de Sebastián de Belalcázar); esta le sacó los ojos con una flecha y lo arrastró atado, con una soga al cuello, por todo el pueblo hasta verlo morir. La Cacica ayudó a liderar la resistencia en esta región del país. 

Continúo el viaje siguiendo el río en dirección Norte, pasando a un lado del Cerro del Pacandé y luego desviándome en el Espinal hacia el alto de La Línea, en la Cordillera Central. El primer pueblo que encuentro en la vertiente occidental de la montaña es Calarcá, población que lleva el nombre del cacique pijao que resistió la conquista en lo que hoy llamamos el Quindío. Según una de las versiones, murió por un disparo en el pecho propinado por el capitán Diego de Ospina. En este momento recuerdo a mi abuelo hablando del cacique Calarcá justo después de hacer algún comentario sobre sus tías translúcidas y malgeniadas que vivían en el mencionado municipio; también reconozco a este indígena por una monedita de 10 centavos que en el anverso tenía su efigie.

Moneda de 10 centavos: en el anverso la efigie del Cacique Calarcá; en el reverso escudo de Colombia. Circuló desde principios de los años 50 hasta 1966 aproximadamente.

Sigo una de las rutas del «paisaje natural cafetero», paso por Chinchiná, Salamina y llego al municipio de Aguadas, Capital del Pasillo Colombiano, muy cerca de la frontera sur de Antioquia con Caldas. En Aguadas, nombre que insinúa la riqueza hídrica de esta región, me encuentro con dos bellas sorpresas: la primera, un pequeño museo dedicado al sombrero, con una colección de más de trescientos ejemplares de todos los rincones de Colombia y del mundo; la segunda, la imponente estatua del cacique Pipintá, localizada en el tope de un morro aledaño al casco urbano del municipio. Desde este morro se observan once municipios de Caldas y Antioquia. Pipintá también lideró la resistencia de los Cocuyes contra los ejércitos y perros del Mariscal Jorge Robledo cuando este estaba en sus andanzas por esta región. Robledo, después de sus ires y venires, fue asesinado, nada más y nada menos, por orden de Sebastián de Belalcázar.

Sin detenerme, continúo al Norte, llegando hasta el Valle del Aburrá. En el centro de Medellín, en la plazuela Nutibara, se erige una escultura del maestro Pedro Nel Gómez en homenaje al cacique que lleva el nombre de la plaza. El cacique Nutibara combatió la presencia española en la Sierra de Abide, armando un importante ejército para hacer frente a la conquista de esta parte del territorio que actualmente es Antioquia.

De regreso a la capital del país, paro en el municipio de Tocancipá; en su plaza principal está la escultura de la princesa Tocarinda, que parece esculpida por un cirujano plástico que ignoraba el efecto de gravedad, dado que sus senos parecen no verse afectados por dicha fuerza. De esta princesa se tienen pocos datos, pues como muchos de los caciques y cacicas mencionados, la información se va difuminando en el tiempo.

Mapa del recorrido hasta Bogotá.

Después de este viaje imaginario, al abrir mis ojos, me pregunté: ¿en dónde está el monumento a los Zipas en Bogotá?, o por lo menos, un conjunto escultórico que represente algo de los habitantes que poblaron esta región. Quedé preocupado con mi memoria, ya que no recordaba dónde está este monumento. La ciudad es muy grande y no la he recorrido completamente, pensé.

Con la curiosidad activada, decidí «hacer memoria», como dicen nuestros padres, y empecé a recorrer mentalmente la ciudad, comenzando por el centro histórico, sector que con seguridad guardaba, en un rincón, un monumento al Zipa de Bogotá o a los muiscas. Después de mucho pensar no lo hallé. Luego dije: quizás no está en el centro. Recorrí algunos sectores conocidos del occidente de la ciudad, Teusaquillo, Chapinero una parte del norte, y para mi tristeza, tampoco lo encontré.

Busqué información en Google y encontré un precioso libro: «Bogotá, un museo a cielo abierto: Guía de Esculturas Monumentos conmemorativos en el espacio público», un inventario escultórico de la ciudad organizado por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte. Contento por el hallazgo, empecé a leer en las tablas resumen de monumentos, que están organizadas por sectores. Revisé bien cada fila, después de algunos minutos y de repasar la lista, no encontré ningún monumento o escultura que represente los primeros pobladores de lo que hoy es Bogotá.

El libro recopila los cien monumentos más importantes de más de quinientos, que según se indica, están inventariados. No sé si en el resto de los cuatrocientos monumentos/esculturas está la del Zipa de Bogotá o alguno que rinda tributo a la cultura muisca. Lo dudo. Sin embargo, el hecho que no esté entre los cien más importantes ya significa mucho. Lo más curioso, es que hay una serie de personajes con bustos o esculturas que no tenía idea que están en Bogotá: George Washington, Luis Pasteur, Nicolás Copérnico y el conde de Río Branco.

Este museo, que según el libro es Bogotá, está incompleto. Crea contradicción la Presentación del libro, donde dice: “Estas obras conmemorativas que se encuentran en el espacio público de Bogotá, no solo embellecen las calles, sino que robustecen la memoria”. No hay forma de alimentar la memoria, de las personas que viven en el principal centro poblado de Colombia y de la población flotante, con la ausencia de los Zipas en el espacio público. Para ver un monumento de los Zipas, el más cercano a Bogotá, está en el municipio de Funza, la villa imperial como se resalta en su escudo.

Si alguno encuentra el monumento buscado en Bogotá, les agradezco hacérmelo saber para darme el gusto de conocerlo.

Adenda

Ampliando la búsqueda, encontré otro libro “Escultura en Bogotá: la poética de la ciudad” de Paula Martínez (2019); en este libro encontré algunos monumentos que tienen alguna mención al mundo prehispánico:

  • Intihuatana de Fernando Skyszlo, localizada en la avenida El Dorado. Hace referencia a un reloj solar localizado en Intihuatana, Machu Picchu.
  • Puerta a Machu Picchu de Edgar Ramírez Villamizar, localizada en el Centro Empresarial Metropolitano.
  • Homenaje Muisca de Edgar Ramírez Villamizar, localizada en la biblioteca Virgilio Barco. Evoca la conexión muisca con el agua.
  • Usminia de Gabriel Quiñonez, localizada en la Calle 84S con carrera 14. Escultura en homenaje a una de las hijas del Zipa Saguamanchica.
  • Finalmente, en el blog Páramos Peludos (Páramos peludos), hice referencia a Sía, la diosa del agua de los muiscas, de María Teresa Zarda. Esta escultura se referencia en ambos libros aquí mencionados y está localizada en la Avenida de las Américas con carrera 70.

Links interesantes: