La cultura visual de una sociedad no se limita a un conjunto claro y homogéneo de imágenes y descripciones. La imagen que se construye de un determinado actor social es variable, sinuosa, depende de muchos otros actores e instituciones. Sin embargo, quiero anotar algunas ideas sobre la cultura visual que de los negros fueron hechas, promulgada por los viajeros del siglo XIX y retomada por la empresa turística en el XX.

Si bien no puedo profundizar sobre la génesis de aquella representación, ni puntualizar sobre sus diferentes recorridos específicos, sí puedo anotar algunas asociaciones que fueron quedando en la vulgata social sobre la negrura. Es decir, las ideas que se han ido anclando a partir de imágenes y que a su vez constituyeron imaginarios sobre los negros.

Centrándome en algunos registros históricos se puede afirmar que el negro ha sido retratado junto a animales. No es difícil pensar en que, desde la conquista y la colonia, el negro ha sido asociado al mundo animal, no en un gesto animalista o de consciencia de la dimensión animal del humano sino como gesto racial de rebajar su condición de humano a pseudohumano.

En esta representación aparecen fundamentalmente tres animales retratados con la persona negra, el cocodrilo, el simio y el loro. Son, sin duda, parte de la fauna tropical, y parte de nuestra geografía, pero su representación frecuente y constante nos permite entrever una lógica sobre la cultura visual y sobre las ideas que circularon para imaginarse la negrura. De cada uno se puede extraer algunas características que fueron resaltadas para asociar al negro. Es, en definitiva, un ejercicio metafórico visual para estereotipar la negrura.

Pensemos primero en el cocodrilo, animal salvaje que resultó una singular amenaza para la expansión poblacional. Más allá de los mitos e ideas sobre este animal, su ligazón al hombre negro funcionó para determinar el carácter salvaje, violento y mortal de los negros. Además representaba un ser de vida semiacuática, pantanoso y fluvial. En conjugación con otros reptiles, el negro aparecía además como una tentación a la vida cristiana y al proyecto civilizado de occidente. Para la época colonial los cimarrones además representaron una amenaza para los proyectores imperiales de la región, y sus palenques y quilombos tuvieron que resguardarse en topologías donde el cocodrilo abundaba. La asociación sobre la amenaza y la topología fue abundante.

Ahora veamos el simio, quizás el que más ha perdurado en el tiempo. La negrura ha sido vista como un eslabón inferior al de la blancura. Lo simiesco es inflexiblemente recurrente en el imaginario sobre el hombre y la mujer negra. Ejemplos diarios abundan. La ligazón, basada en una concepción evolutiva del cientificismo racista, asocia al negro con el simio, cualquiera que sea. Por su apariencia, por su color, por su idea de inferioridad, por sus conductas, etc. Básicamente cualquier rasgo de la negrura ha pasado por el prisma de lo simiesco.

Otro animal, cuya asociación a la negrura parece haber quedado en el pasado, es el loro. Hay varios elementos asociativos que se jugaron en esa ligazón. Es bastante complejo, así como el cocodrilo (y los reptiles) o los simios, establecer punto a punto los diferentes puentes interpretativos entre aquellos animales y la negrura. Sin embargo, se pueden señalar algunos.

Pensemos en un primer eje asociativo. Al nivel del patrimonio romance ya había cierta asociación en la lengua latina, pues loro se le llamaba al esclavo que se portaba bien, al esclavo honrado que castigaba a los demás, esto derivado de que el látigo con el que se lo golpeaba era llamado igual. También del latín Loridum que llamaban a un vino popular cuyo color no era tan oscuro. Pensemos en que en el siglo XIX ya había un mestizaje fuerte y la negrura se manifestaba, epidérmicamente, en varios matices.

Fíjense en esta definición de loro, en el archivo de la Real Academia Española, de 1611, en la que la asociación loro y esclavo estaba muy cercana, desde el esclavo honrado, pasando por el esclavo servicial, el color (tirando a negro), hasta como “animalejo hablador”:

En otro eje, parece que el animal loro tenía la función de entretener y hasta servir al humano. Esa relación servicial se quería seguir fundamentando como vínculo primario entre el negro y el blanco. Además de ello, el loro (y otras aves exóticas) eran un bien de consumo muy anhelado y comercializado. El negro vendedor de aves era un oficio muy frecuente. Esto hizo que el loro fuese considerada un ave para vivir en cautiverio, forma de vida que se pensaba también natural al negro.

Como tercer eje se puede decir que el loro tenía una cualidad que lo hacía particular, podía articular palabras. Esto era una condición que, más allá de las interpretaciones míticas o religiosas o evolutivas, se consideraba análoga al hablar de los negros. Era esa idea según la cuál el negro hablaba sin decir nada, su habla era una imitación caricaturesca del hablar humano. El loro podía hablar ciertas cosas pero en realidad no decía nada, concepción que se extendía a la negrura.

La cultura visual, la forma de ver la negrura demuestra tener una historia compleja y con muchas aristas. Esta vez anoté algunas observaciones sobre las asociaciones entre el cuerpo negro y los cuerpos animales con los que se conjugó la relación. Las formas de ver no son naturales y, al contrario, han sido moldeadas a lo largo del tiempo, poder indagar en esas prácticas nos permitirá mejorar y profundizar la visión de los otros y de nosotros mismos.