Por: A. J. Parrish, filósofo y teólogo formado por los Jesuitas. Criado entre gatos en Bogotá. Profesor, ambientalista, admirador de la niña Sueca Greta Thunberg, lector voraz. Adoptado por Buga y compañero de Alice in Wonderland.

“Los oyentes son amigos invisibles, que no se ven, pero se sienten…”
  Héctor Rincón, periodista.

En la entrega anterior, habíamos dejado la narración en el horario del mediodía en estos días de Radio (y T.V.) en medio de esta cuarentena. A las 12 meridiano, el oyente, puede tener tres opciones: Regresar a La W con el programa: “Sigue la W”, con Juan Pablo Calvás; puede volver al plano local, con el noticiero de Voces de Occidente o continuar en el oasis sinfónico musical, bajo la sombra de una palmera y saboreando un dátil en conserva. Es la hora del almuerzo y no es bueno mezclar un caso judicial, con una suculenta ensalada y un pescado a la plancha.

Hay una combinación muy atractiva de Radio-Televisión, en el canal Institucional, donde se transmite el informativo de la Radio Nacional de Colombia en directo y se puede ver por la caja mágica. Es novedoso porque sus corresponsales no solo están en capitales, sino en ciudades perdidas como Chaparral, por ejemplo, donde hay un periodista con alguna noticia. Se exalta la perspectiva rural, la periferia y se deja de lado la glorificación de lo urbano, lo central, lo medular. Importa y mucho el pequeño productor campesino, el agro, la pesca artesanal, el problema ambiental, la amenaza de un macro-proyecto minero, etc. Ese ingrediente no lo encuentro en los espacios ya mencionados de la radio globalizada y urbano-industrial.

A las dos de la tarde y sacrificando una siesta Jesuítica, está el Informativo DW, desde Berlín, Alemania, en el mismo canal Institucional. Eso si es verdadero noticiero: riguroso, crítico, imparcial, modelo para los de acá, que nunca lo han querido hacer así: Notas periodísticas con especialistas que profundizan el suceso, o la noticia reciente, corresponsales en América Latina que pueden hacer una nota de hasta 4 minutos (no los infames 40 segundos de los noticieros de Caracol-TV o RCN-TV), no hay sección deportiva, ni tampoco notas de farándula (que abundan en nuestra programación y son un insulto a la inteligencia). Eso no existe en la DW. Hay una sección de economía, seria, rigurosa, metódica, especializada; un verdadero “ladrillo” para los legos, pero eso no le quita mérito, pues son herederos dignos de Kant, Hegel o Husserl. Luego de este noticiero, es mejor volver al oasis de la música sinfónica (Clásica 88.5) que se convierte en música de fondo para la lectura y la meditación.

No quiero dejar pasar la ocasión para exaltar, resaltar y alabar una experiencia, de veras alucinante, que viví con la radio comercial. A partir del 22 de marzo de esta año pandémico, a las 5 de la tarde (como en el poema de García-Lorca) todos los días de la semana, RCN-Radio emitió una serie llamada: “Mi novela favorita”, presentada y patrocinada por Mario Vargas Llosa, el Nobel escritor peruano y que con un gran equipo de radio-actores, dramatizaron más de 70 novelas de la literatura mundial. De todas las dramatizaciones quiero destacar: “Pedro Páramo”, “La Odisea”, “Crimen y castigo”, “El jugador”, “Los hermanos Karamazov”, “La guerra y la paz”, “El agente secreto”, “El corazón de las tinieblas”, “Los miserables”, “Nuestra Señora de París”, “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, “Papá Goriot”, “Eugenia Grandet” y “Moby Dick”, “Colmillo blanco”; entre las famosas y conocidas. Pero quiero reseñar otras, menos conocidas: “El perseguidor” de Julio Cortázar, “Fortunata y Jacinta” de Benito Pérez Galdós, “La dama del perrito” de Anton Chéjov, “Germinal” de Emile Zolá, “La serpiente de oro” de Ciro Alegría, “Las bostonianas” de Henry James, “La regenta” de Leopoldo Alas “Clarín” y “La madre” de Máximo Gorki. Un verdadero y novedoso alimento interior.

Durante una hora el oyente era transportado a los mares del Atlántico sur, a las calles de París del siglo XIX, a las llanuras de la Mancha, a Moscú en invierno durante la época Zarista, a la pobreza de los Andes peruanos de la primera mitad del siglo XX; o el realismo de navegar por los ríos de África central junto a los comerciantes de marfil… fueron algunas de las sensaciones y emociones vividas. La proeza más grande, en mi humilde opinión, el trabajo de los libretistas. Tener que sintetizar obras muy extensas para ser dramatizadas en 50 o 55 minutos. Lo bueno dura poco, dice la sabiduría popular campesina. La ilusión murió al comenzar el junio pandémico.

Volvamos al camino abandonado del oyente. Al final de la tarde, tipo 6 p.m. se puede regresar al noticiero local solo para disfrutar de la voz de Janeth Díaz Viera. A las 7 p.m., si no hay nada interesante en Señal Colombia o el Canal Institucional, entra una novedad en La W: “The late show”, donde se ponen de ruana con una irreverencia total, casi rayana en la vulgaridad, cualquier hecho noticioso del día, o situaciones de la historia de la radio o de la T.V. y toda esa recocha liderada por Montoya, el “Messi de la radio” y ahora en asociación para delinquir con la llamada “irresponsal”, Ibarra y Eduardo Garzón, la voz insignia de la emisora. Tienen salidas buenas, chistes geniales, pero cuando les da por el doble sentido en materia sexual (entrevista con el Dr. Jorge Nitales) que puede ser bueno una vez, pero no cinco o diez veces dentro del programa. Puede producir alergias. Tienen invitados cada noche, que entran en toda la batahola y las burlas dramáticas del programa, donde terminan envueltos en la iconoclastia propia de Montoya y su combo. Es una propuesta novedosa, pero se pueden ahorrar la música en inglés.

Salto de nuevo a la T.V. para ver los titulares del Noticentro-Uno-CMI, solo los titulares y “a la camita” (como decía el Topo Gigio). Mientras el sueño llega, escuchaba, otrora, “El alargue”, pero se convirtió un chismerío sobre cambios, transacciones y bolsa de jugadores, que es estrictamente eso: cotilleo deportivo puro y duro. Le concedo unos minutos a Iván Parra y su Nocturna-RCN que empieza ahora a las 9 de la noche y va hasta las 3 de la mañana. Sigue siendo muy poco crítico del gobierno, de los políticos y de los Militares; una noche invitó al Presidente Duque durante toda una hora, en plena pandemia y habló de todo, montando una sociedad de mutuos elogios donde la RCN quedó como la Princesa de las comunicaciones en Colombia y la Radio más social del mundo, y el Presidente, como uno de los mejores del hemisferio. Pero, el Dr. Parra, pues es Abogado dedicado a la radio nocturna, vive a los bandazos: puede entrevistar a los promotores de un Referendo contra la minería en Cajamarca, Tolima, los aplaude, los anima y los felicita y, al otro día, entrevista al Coronel Plazas Vega, el nefasto héroe del Palacio de Justicia, que defendiendo la democracia colombiana sacrificó a una Corte Suprema de Justicia admirable y de las mejores calidades de muchas épocas. El Coronel, todavía nos debe parte de la verdad total sobre lo que pasó en noviembre de 1985. Y posteriormente, luego, de dos o tres noches, entrevista a científicos, que están en la cresta de la ola, buscando a las carreras una vacuna para el Coronavirus. Si el sueño me asalta, duermo tranquilo y sin pesadillas, con imágenes oníricas de un país en paz y concordia.