Las secreciones generan repulsión en las personas; a mí también. Algunos de esos fluidos pegajosos me producen ese efecto. Sin embargo, hay una secreción que me encanta y la saboreo a diario: la leche. Hace unos días, mientras bebía un vaso con leche acompañado de un bocadillo Veleño, decidí investigar un poco sobre esta sustancia, y encontré que este líquido histórico, blancuzco y opaco es realmente una secreción nutritiva, producida por células que se encuentran en las glándulas mamarias. Pensé: ¡qué bien, no todas las secreciones son como las pintan! Entonces, me motivé a escribir sobre la secreción más ingerida en la historia de la humanidad.
Pensamos en la leche como un líquido común y corriente, que bebemos especialmente en la niñez, pero que únicamente los sapiens ingieren la secretada por vacas, búfalas, cabras, ovejas, camellas, burras y yeguas. Pero… ¿saben?, ¡hay mucho más que eso! Empezando, la leche es más antigua que andar de forma bípeda. Para los bebedores de cerveza y vino, estos licores se quedan en los pañales del tiempo cuando se comparan con la leche.
Por esa manía de relacionar algunas aficiones con otras, me imagino que Hércules debió darle un buen mordisco al pezón de Hera, así se explicaría que dejara salpicado de tanta leche el firmamento y formara la Vía Láctea; también sospecho que el volumen de la teta de Hera era descomunal para crear las maravillas celestes.
Gracias a ese mordisquito, hoy tenemos pasatiempos en estas noches de agosto. Mientras intento observar el centro de la láctea galaxia, aparece al Oriente Júpiter, el gigante del sistema solar. En la mitología, éste fue nutrido, nada más y nada menos, por Amaltea, ¡una cabra!, de la cual supongo, era también tetona para alimentar al futuro acosador sexual y patriarca del Olimpo.
Delirando sobre asuntos lácteos y dioses, y sabiendo que Jesús es producto de la unión entre una paloma y María, me surgió una pregunta: ¿Cómo fue alimentado cuando era bebé? ¿Con papilla de semillas para pajaritos o con leche de la mujer amada (Liebfraumilch)? Estas cuestiones son irresolutas, pero de lo que estoy convencido, por las hazañas narradas sobre Jesús, es que, de niño, seguro fue alimentado con leche de cabra al igual que su compañero celestial, Júpiter.
Ya en asuntos más terrenales, en la pintura, desde Pompeya hasta los modernos autores, la leche y el noble y bello acto de amamantar, ha estado presente como temática central, destacando la importancia de la sustancia y el acto para la vida humana.

Con la llegada de los españoles al continente americano, se forjó, culinariamente hablando, un cambio importante. Adicional a las pestes y la hediondez de los recién llegados, las opciones de comida de los nativos se ampliaron con el ganado vacuno, caprino y bovino, que ofrecieron nuevas alternativas alimenticias.
Junto con las vacas también llegó el azúcar y la experiencia morisca de los dulces, es decir, llegó el manjarblanco (no confundir con el arequipe). Este dulce, con olor a humo, combinado con un vaso de leche fría, en cualquier momento del día (mejor si es diciembre) es uno de mis mayores gustos, y me recuerda mi infancia, con mi matecito de dulce ¡sólo para mí!
Uno de los males que vivimos, con tanta información negativa sobre algunos productos, es que algunos alimentos son nocivos para la salud, lo cual genera estrés a la hora de seleccionar la comida. La leche no escapa a esta tendencia, pero ahí sí tenemos problemas. Yo fui primero mamífero que sapiens, así que no me pidan que tenga en cuenta todo lo que hablan de la leche: se dice que en mi fase cuarentonga, la leche no es buena, no se asimila, que genera pedos, que ya no es necesaria pues mi mamá ya me dio toda la que necesitaba, y otros tantos argumentos, muchos apoyados en investigaciones de prestigiosas universidades e institutos. Por mi parte, la seguiré consumiendo hasta cuando me sea posible.
La industrialización también ha tocado el campo y a las tetas de las vacas; además de transformar las historias en torno a su producción. Los campesinos, para ordeñar, se levantan entre las 3 y 4 a.m., con lazo en mano, manean las patas de las parsimoniosas rumiantes e inician el sagrado ordeño. Me imagino, que en el frío de la madrugada, para las vacas, debe ser algo placentero sentir las manos callosas pero tibias, que suavemente extraen el preciado líquido. Diferente sucede en las grandes haciendas tecnificadas, donde cientos de vacas son ordeñadas por frías máquinas que succionan, sin cariño y sin entonar alguna canción de madrugada; creo que estas vacas no son felices así les pongan música clásica.
El progreso agroindustrial trae consigo la lenta pérdida del oficio del Lechero: campesino madrugador que recoge leche de finca en finca, almacenándola en cantinas, para luego vender la secreción mamaria por botellas, recorriendo las calles de pueblos y ciudades. De paso, con la extinción lenta del Lechero, se pierden las unidades volumétricas, pues ahora se dice, «deme una caja de leche» y no una botella o una cantina pa’l dulce del 25 de diciembre. También, se van perdiendo las historias de amor y, quizás, ya no nacen hijos del lechero.
Hoy, con la palabra light que nos contamina, la leche entera ha sido estigmatizada, ubicándola en el banquillo de los acusados por su contenido de grasa. Antes se compraban algunas botellas de leche cruda, se cocinaba y luego de dejarle enfriar, se rescataba con emoción la nata, esa grasa natural que se convertía en mantequilla para las arepas. Ahora viene leche sin nata, pues el mundo light lo impide. Así mismo, el término leche ha sido usurpado, para denominar con esta palabra sustancias que son producto de apretar almendras y soya, ¿Qué es eso? ¡leche es una secreción de células mamarias!
La leche no es un líquido cualquiera, y al igual que todo lo que comemos, tiene una historia sin conocer. Es tan importante, que incluso se utiliza como referencia temporal, ya que nuestra vida cambia cuando mudamos los dientes de leche; ha servido para tener hermanos de leche y hasta designar a personas mal intencionadas.
Después de terminar de escribir, y bebiendo mi vaso de leche, le agradezco a esta secreción por ser la inspiración del blog y confirmo: ¡siquiera soy mamífero!
Primero fuimos mamíferos y luego sapiens.
Adenda
Para claridad de los lectores, no tengo ningún vínculo comercial con Fedegan, es decir, con la vaca Cabal (con el perdón de los bovinos por tal ofensa), ni con la Asociación Nacional de Productores de Leche (Analac), ni con Alquería, Alpina, Colanta, Parmalat, y otras… sólo soy un bebedor de leche, nada más.

La campirana era blanca OREGINEGRO.
La mariposa nelore
La muñeca gyr
Reina era guzerat
Elga era normanda
La fortuna era Simental.
Pero la pirinola que? Vaca serpiente?
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En los 80 había en la televisión colombiana una pauta muy bonita que era, ¡ Un homenaje a la leche !
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