La palabra páramo proviene del latín paramus y esta, a su vez, de una voz de origen prerromano. Hace referencia a un terreno yermo, raso, desabrigado, frío, poco fértil y desértico. Se usa para calificar a sitios que no brindan abrigo o protección.
Diccionario de la Real Academia Española
Unas semanas antes de iniciar el aislamiento social, salí a caminar con un amigo fotógrafo y otros conocidos, al Páramo de Matarredonda en la vereda El Verjón al Oriente de Bogotá. El plan era recorrer algunos senderos, hacer ensayos de fotografía en blanco y negro y pasar un día alejado de la ciudad. Transitar por las fábricas de agua que surten del preciado líquido a la capital siempre genera sentimientos de tranquilidad e inevitablemente, de reflexión.
A medida que recorríamos el parque era imposible no recordar que por este lugar pasaron los caminos reales que unían la antigua Santa Fe con los Llanos Orientales de Colombia. Con la cámara en mano, avanzábamos por aquel páramo que se mostraba sin miseria. Esa sensación de ansiedad por observar un paisaje nuevo, que nada tiene que ver con su definición, y desear atrapar en una fotografía su inmensidad, curvaturas y colores, se hacía cada vez mas fuerte. Todo cambia, ya sea por el lento recorrer de la naturaleza o porque estamos viviendo en el Antropoceno, pero es gracias a la fotografía que es posible congelar aquellas imágenes que pueden dejar de existir a la vuelta de la esquina.
La luz, energía electromagnética, es el eje fundamental para que el páramo (en general cualquier ecosistema) y la fotografía funcionen. El día de la caminata, el Sol brillaba con fuerza y no había nada que se interpusiera entre él y nuestras cabezas: se sentían las constantes punzadas de cada rayo en la nuca. El cielo completamente limpio, con ese azul característico que se extendía en toda la media esfera celeste, era inundado por el viento frío de la mañana. Retratar el páramo exige sentir, permanentemente, cómo cambia la luz para aprovechar su intensidad y así, intentar capturar ciertos instantes decisivos.
Empujadas por el viento, las nubes, ese conjunto de teras de minúsculas gotas de agua, dispersaban la luz creando un juego de colores en el paisaje: lográbamos observar las montañas lejanas en una escala de grises, en los bosques que aún existen y en los potreros que llegaron, distinguir una gama de verdes opacos que a lo lejos se fundía con el azul del cielo. Estas representan el inicio y el fin del ciclo del agua; en la mitología muisca, Sie era la diosa de este elemento vital, la cual era venerada en varias lagunas que existen en estos rincones paramunos. Durante el recorrido, por culpa de las nubes era necesario estar ajustando los parámetros de la cámara.
¡Los páramos son peludos! Muchas plantas se cubren de pelos raptores. Al paso de las nubes, que contornean las formas de las montañas en su lento ascenso, al entrar en contacto con los nanopelos, las despojan del agua. Ahí, las gotas atrapadas entre pelos inician de nuevo su descenso al mar.

El agua es objeto de captura con la cámara oscura. En su rápido cambio, y en juego con la luz, crean destellos y pequeños arcoíris. Congelar en una imagen el movimiento del agua permite apreciar la acción de fuerzas, ocultas a la vista, como la fricción del aire y la gravedad. Sin la fotografía sería imposible revelar esas deformaciones de las gotas, que son imperceptibles para nuestros ojos por su rapidez.

El agua sigue su curso y solo queda lo que se logró capturar en las fotografías, y estas, nos servirán de recordación de la corriente que fue y no será más la misma. En su camino, se escurre sobre las rocas, entre las grietas de estas o fluye sobre un lecho de guijarros redondeados. Las rocas están en una eterna interacción con los elementos de la naturaleza. Por un lado, fuerzas plutónicas levantando montañas, como intentando alcanzar el cielo; por otro, la persistencia del agua y del viento, jugando en sentido contrario, a destruir para construir, llevando cada grano de arena de nuevo a los ríos y luego al mar.
En estos tiempos de cambios rápidos, no siempre positivos, la fotografía permite tener congelados paisajes, eventos y personas, que ayuden a recordar como éramos y hacia donde avanzar.
Al caminar por el páramo, nos encontramos con una flora en escala comparable a la humana. Hay arbustos, matorrales y musgos aferrados en cuanto rincón existe. Fotografiarlo, implica detenerse, mirar al suelo, arrodillarse y contemplar el mundo de las pequeñas plantas, líquenes y musgos. También, es un recorrido por la geometría y la simetría: flores que con sus pétalos forman pentágonos, espinas en direcciones simétricas, frailejones que disparan sus plateadas hojas en todas las direcciones. Estos detalles solo la fotografía puede ayudar a resaltarlos.

La experiencia por El Verjón concluyó con la revisión de algunas imágenes que fueron capturadas durante la caminata; estas son útiles para recordar el sinnúmero de detalles y relaciones que se encuentran en este paisaje. Emplear la fotografía, como herramienta para entender estos ecosistemas y nuestra interacción con ellos, tal vez ayude a los procesos de conservación y construcción de la memoria del paisaje natural.
Fue un ejercicio que permitió, no solo manejar la luz y comprenderla, sino también, descubrir elementos que pasan desapercibidos, por ejemplo, los pelos, lo cuales tienen una función más importante que ser un simple peluche paramuno.

Gracias por tu columna. Particularmente me gustó este pedazo “La luz, energía electromagnética, es el eje fundamental para que el páramo (en general cualquier ecosistema) y la fotografía funcionen. ” de verdad, la LUZ es ese motorcito que no hace ruido (al menos por acá a este nivel) y que pone a funcionar casi todo, cuanto existe.
Los pelos son muy muy importantes, el cuero de mi cabeza calva si que los extraña; en las abejas por ejemplo que tienen vellosidades hasta en los ojos compuestos, tienen una importancia gigante. como por ejemplo para los trazos de recorrido hacia la colmena y las flores visitadas, las flores marcadas, los sensores de marcas químicas son vellos especializados.
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Mauro…Ese detalle de las abejas con multi ojos peludos no lo sabía.
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Son ojos compuestos, aproximadamente 2000 a 2500 por cada ojo I-D, te imaginas? que impresión tienen esos animalitos cuando se le atraviesa a un parabrisas, pensando no tan mal, a 60 Km/h???
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