En Brasil, una nena de dos años gritaba por la ventana “fora coronaro” condensando un sentir nacional y regional: Bolsonaro es un virus. Un escritor del mismo país afirmaba en su cuenta de Twitter que daría un dedo para saber lo que sus hijos de cinco y seis años contarán en el futuro sobre su experiencia en pandemia. Esta curiosidad me parece muy especial porque nos acerca a lo que los nenes narrarán, en sus heterogéneas realidades, sobre la forma en que viven esta inusual situación.

En medio del confinamiento se viven situaciones jocosas. Una docente tenía problemas técnicos ante una clase virtual con nenes de nueve años, el audio se escuchaba muy mal. Uno de los chicos le reclama “¡seño, se te escucha repixelado!”. Otro nene, sin que alguna vez pudiéramos entender cómo, modificó la pantalla de todos en una clase virtual.

Otras son situaciones que debemos ir solventando en la marcha. Acá en Buenos Aires salimos a caminar máximo una hora y por las calles más residenciales, aquellas en las que hay menor circulación de personas. En esas calles hay muchos liquidámbares cuyos frutos llenan los andenes. Aquel fruto, a ojos de Benkos, refleja la imagen de lo que nosotros llamamos coronavirus, de tal forma que empezó a llamarlos igual. Al principio caminaba con temor de pisarlos, un temor que quizás es reflejo del nuestro ante aquella palabra. Con el tiempo, por suerte, se convirtió en un juego en el que había que esquivar aquel peligroso obstáculo.

Hay otras situaciones muy tristes. Los malos tratos, el hambre, el desasosiego, el terror, la violencia. Muchas historias muy fuertes y que nos rompen el alma. Sólo me atrevo a contar la de una nena de cuatro años que vivió su primer rito fúnebre en estos tiempos y aprendió que su abuelo está en el cielo y que no lo verá más por mucho tiempo. Las historias más cruentas no quisiera replicarlas.

Otras situaciones mezclan la vida cotidiana con el confinamiento. Un nene de ocho años se ha vuelto experto observador de su gato y ha aprendido a narrar todo lo que a su minino se refiere: las curiosidades que lo alertan, las imágenes y sonidos que lo atraen; incluso, los cambios en los ritmos de la alimentación felina. Benkos, con dos años, casi tres, aprendió que internet es aquello que no deja que los videos musicales se detengan y es, además, aquello que permite entender el idioma en que ve su programa en Netflix. Cuando nos demoramos en cambiar el idioma del programa nos pregunta: “¿Qué le pasó al internet?”.

Y otras situaciones tienen una satisfacción memorable. Ante la decisión del Ministerio de Educación de Argentina de no evaluar bajo concepto numérico, un chico de diez años con una discapacidad aprendió que todo lo que hace está bien y trabaja motivado. Cada enunciado de sus profesores le resulta elogioso y alentador.

Esta nueva realidad de confinamiento, temores, virtualidades impacta de forma particular en los nenes. ¿Cómo entenderán muchos esta situación? ¿Cómo quedará en sus recuerdos? Ante sus ojos se mezclan los temores, las incertidumbres, los cambios de rutinas, las ausencias y presencias que también nos persiguen a nosotros.

Los espacios y las rutinas en los hogares se han modificado fuertemente. El confinamiento implica estar en los mismos espacios por tiempos prolongados, indefinidos. Las rutinas de juego y estudio se entrecruzan. La sala, el comedor, la cocina, las habitaciones se vuelven espacios que se transforman en todo tipo de lugares: castillos, barricadas, pistas de carreras, escondites; al tiempo que son salas de conferencias, bibliotecas, mesas de estudio.

En un artículo que también habla de estas situaciones con los nenes, la autora sostiene algo que me parece muy potente: que podamos nosotros también acercar su mirada a la nuestra para tener mayores y mejores herramientas para ver el mundo. Me parece que cuando nos convertimos en padres y madres, tías y tíos, o tenemos nenes cercanos, debemos también mirar el mundo a través de sus ojos porque sí que miran: “Todo. Fuerte. Y al compartir experiencia con ellxs, un pedacito de sus lentes choca y se superpone a uno de los nuestros”, dice la escritora.

Aún no sabemos cómo recordaremos este tiempo pero me parece muy importante acercarnos a esa mirada infantil que nos ayuda a entender otro lenguaje, quizás más colorido y sofisticado sobre este tiempo. Afinar la mirada hacia ellos nos ayuda a afinar la mirada sobre nosotros.