Un virus, que se parece a una partícula de unos 120 nanómetros, entrando por El Dorado como Pedro por su casa por la incompetencia del Estado, de una semana para otra nos cambió los ritmos de vida establecido. Mucha tela se ha cortado y se va a cortar sobre este bicho en forma de corona; pero son algunos de sus efectos sobre el trabajo y el nuevo espacio para su desarrollo, nuestras casas, los que merecen la pena ser mencionados en esta oportunidad.
Las rutinas establecidas cambiaron en un santiamén y se están creando unas nuevas. Los efectos de este nuevo día-día sobre toda la población que labora, ya sea formal o informal, medianamente los alcanzamos a percibir y comprender en su verdadera magnitud. El mundo laboral se enfrenta a un nuevo reto: desarrollar las tareas desde casa.
Un efecto, me imagino, fue en aquellos jefes que consideran que el verdadero trabajo se hace estando en la oficina, sentado frente a un escritorio durante 8 horas (o más) bajo escrutinio permanente de sus superiores. A muchos gerentes les importa más, como se dice coloquialmente, “las horas nalga” de sus trabajadores que los resultados y el trabajo eficiente. No me quiero imaginar a estos personajes preocupados en sus casas imaginando que algunos de sus subalternos deben estar de rasquinbolas en pijama dedicados a todo menos al trabajo. No creo que sea así, considero que la mayoría de los trabajadores han afrontado las tareas y encargos con responsabilidad, asegurando continuidad en los proyectos, con las dificultades propias de estas nuevas condiciones; eso sí, en pijama.
El teletrabajo, como una nueva condición laboral, implica que entremos en un proceso de aprendizaje al cual no estábamos preparados. No sabíamos muy bien cómo afrontarlo. En estos dos meses hemos empezado a sufrir de otros males paralelos al virus: el primero, la reunionitis; condición que nace –quizás– de la inseguridad de líderes quienes, queriendo cerciorarse que sus equipos de trabajo estén haciendo algo, programan reuniones virtuales de todo tipo como justificación. Con este, viene la descoordinación, generando múltiples reuniones en un mismo horario, creando estrés en las personas cuando los organizadores afirman que todo es importante y la participación es necesaria.
El segundo mal es el desbarajuste en los horarios porque se asume (consciente o inconsciente) que las personas tienen disponibilidad total: ¿No piensan que muchos tienen que hacer el desayuno, preparar a sus niños, cocinar, lavar platos, arreglar sus nuevos espacios de trabajo y de vivienda, entre otras actividades caseras? Con lo anterior, considero que se deben empezar a tomar las medidas que permitan que el trabajo tenga una convivencia sana en el hogar. Si este equilibrio no se logra, creo que llegaremos a un desastre. Los líderes de las empresas deben aprender a controlarse y entender que teletrabajo no significa estar conectado 24 horas.
Como todo cambio repentino, los efectos no se alcanzan a percibir de manera inmediata, quizás muchos están aún en incubación. Vale la pena meditar un poco sobre el asunto y preguntarse ¿Cómo se afectan las relaciones entre las parejas, entre los padres e hijos y aquellos que viven solo con su ello, yo y superyó?
Otros efectos más sutiles, pero no menos importantes y poco percibidos es el tamaño de los apartamentos actuales, son comparables a cajas de fósforos, ¿cómo la convivencia y el comportamiento de las personas se afecta?; por otro lado, están los costos del incremento de los servicios públicos en los hogares, ¿quién los debería asumir?
Si estas condiciones de teletrabajo se prolongan, y en el futuro inmediato se tornan paisaje, se deben empezar a tomar las medidas, hábitos y acciones necesarias para minimizar sus efectos. Hay una parte de responsabilidad de nosotros como empleados, alzando la mano y desenmascarando estos desequilibrios. Si el teletrabajo se va a normalizar en el futuro, es necesario ajustar la legislación para regular la nueva dinámica empleador-empleado bajo la modalidad de trabajo desde casa.
Final y tristemente, el espacio del café después del almuerzo para hablar con los colegas sobre temas varios, se perdió. Ese cuento de tener un café virtual, cada uno en frente de su webcam tomando café y charlando no reemplaza el contacto entre las personas, las bromas o chistes que se hacen cara a cara. Como dijo Gaviara a inicios de los 90’s: “Colombianos, welcome to the future”.
Millones de «hasta pronto» que se detuvieron en el tiempo. Momentos importantes que no volveran. Aprender a leer, socializar, sumar o restar se retraso en el «ciclo normal» de la infancia. Momentos para descubrir que estas sol@ o que te equivocaste o que hiciste la mejor selección de equipo de vida. Tiempo de desplazamiento usado en horas de sueño? o horas de telefono inteligente? una sociedad disfuncional forzada a adaptarse
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