Por: A. J. Parrish, filósofo y teólogo formado por los Jesuitas. Criado entre gatos en Bogotá. Profesor, ambientalista, admirador de la niña Sueca Greta Thunberg, lector voraz. Adoptado por Buga y compañero de Alice in Wonderland
“Doctor Mao, ¿cómo va la pauta?”
Rafael Araujo Gámez, narrador y administrados radial

Para nuestra generación, que viene de los años 60 del siglo XX (“década brillante y heroica”, según Facundo Cabral) la experiencia de escuchar radio era muy grata, cotidiana, cercana. En ese tiempo, la invasión televisiva comenzaba a las cuatro de la tarde con lo mejor: dibujos animados, en blanco y negro, en un aparato de T.V. que funcionaba por tubos y había que esperar diez minutos para que se calentaran y de pronto, como por arte de magia, aparecía la imagen y el sonido. Conocí también los radios con el sistema de tubos, pero era más rápido el proceso y el sonido era casi inmediato.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, un pequeño receptor, puede tener T.V. a color y estaciones radiales para todos los gustos en la amplitud modulada (AM) y en la frecuencia modulada (FM). Pero, lo que deseo mostrar (no demostrar) en esta columna es cómo la radio ha sido una compañía durante este período especial de aislamiento voluntario en medio de una inconsciente pausa por el planeta. Hay una conexión muy estrecha entre escuchar radio y el insomnio, ese problema crónico de las personalidades reflexivas, que no son capaces de detener el ritmo caótico de los pensamientos y de los sistemas corporales que se niegan a ser reparados mediante el sueño.
Los insomnes, como yo, recordamos los programas radiales sobre historia, música, bellas artes, geografía, antropología, misterios de la humanidad, culturas orientales, entre otros, se transmitían a partir de la 1 de la mañana (¡cultura para todos!). Dos programas, ya desaparecidos y que recuerdo con estimación, eran: «Noche, buenos días» en Caracol, liderado por dos profesores que transmitían en directo desde los estudios de la emisora filial en Medellín; el otro era «Habitantes de la noche» de Don Antonio Ibáñez (malacólogo) en radio Continental de Bogotá, circuito Todelar.
Hoy en día, si el insomne no ha conciliado el sueño o se despierta muy temprano, sintoniza la W radio, que a partir de las 4 a.m., se conecta con una emisora gemela del grupo Prisa en Madrid, en un programa llamado «Amanecer W», con la misma característica del programa de las 5 a.m., que dura toda la mañana. Este programa se queda en titulares y rara vez una noticia se profundiza o se coloca en el crisol del análisis.
Son las cinco de la mañana y entra Julio Sánchez Cristo, en medio de una fanfarria y un ambiente de visión beatífica, con un aleluya de fondo, sin saludar, rara vez lo hace, por no decir nunca. No entra con un «Buenos días» (“A las cinco de la mañana llega el hijo’e Tuta sin saludar…”, como canta Lisandro Meza), lo que sí hacen sus colegas y muchos de los corresponsales en Colombia, la costa Este de los EE.UU. y Europa. Y siguen los titulares por media hora o más, sazonados con música de moda, muy comercial, que la mayoría de las veces es el inaudible Reguetón o lo más ortodoxo de la carrilera-despecho-popular, es la que se vende (¡qué bajo hemos caído!). De vez en cuando ameniza con música de Bert Backarath (favorito de Julio), algo de Jazz contemporáneo y de J-Balbin. Claro que, si un disco se está vendiendo, por ejemplo, de Fonseca, lo hacen sonar y sonar hasta el infinito. Luego de una hora y media, realiza una entrevista para ampliar uno de los veinte titulares que han lanzado desde Colombia o desde cualquier lugar del mundo, él o sus corresponsales.
Entretanto, a las seis de la mañana, el insomne, ya con la claridad del día, salta a Caracol para escuchar, después del Himno Nacional, el editorial del director de noticias, Gustavo Gómez Córdova. Estos minutos se convierten en una perorata apologética donde defiende, salva con todas sus fuerzas, critica a un funcionario corrupto, un ministro, aplasta un líder de la oposición, o analiza, como gato sobre brasas, un suceso noticioso del día anterior. A veces acierta, a veces no, pero en lo profundo de nuestro ser, sentimos que responde a los intereses de su empresa y de los directivos de esa cadena radial.
Luego se lanza (el insomne) a la aldea local, sintonizando Voces de Occidente, con la Misa, ya empezada y transmitida en directo desde la Basílica del Señor de los Milagros. Es un momento de meditación, escucha de la Palabra bíblica y luego un sermón clerical a veces con sentido, otras veces desastroso y ahistórico, pues no toca en nada la vida ni la existencia de personas concretas y de a pie que estamos al otro lado del radio y con la expectativa de una voz de aliento en medio del camino hacia el abismo. Ya lo decía un viejito sabio y estudioso de la sociedad y de la economía de su tiempo, de blanca barba y existencia atormentada: “La vida determina la conciencia”, (Carlos Marx).
Luego de la misa, se queda a escuchar el noticiero local, “La Voz del Occidente”, con la sensual y melodiosa voz de Yaneth Díaz y la cadencia pausada, de Rubén Darío Cobo. En este espacio usted se entera de lo que ha pasado en esta ciudad llamada “Señora” del centro del Valle del río Cauca.
Después de las noticias locales, el insomne regresa al plano global con La W, donde ya comenzó el vaudeville; es decir, la variedad, el desorden, la mezcla de temas y problemas, el desfile de divas, las rifas y todo lo que esté de moda. En términos de un experto en Medios y crítico como Omar Rincón, lo ilustra así: Luego de una entrevista seria, profunda, con un analista político o un científico que trabaja en la vacuna para combatir del Covid-19, a Julito le da por entrar a promocionar el último éxito de Maluma o la situación sentimental de Karol G., o la reciente cirugía de Kim Kardashian… Y hasta allí llegó el trabajo riguroso, formativo-crítico sobre los oyentes y la información cualificada que captó la audiencia. Se pasa, en segundos, de la calidad y la profundidad a la banalidad y la superficialidad y por supuesto a la frivolidad total. En medio de todo, es una radio conservadora, institucional, oficialista, defensora del Estado y sus representantes; no tiene un solo periodista que vaya en contracorriente y le haga contrapeso a la columnista “estrella” María Isabel Rueda (rebautizada como Godofreda por Vlado). A veces Félix de Bedout hacía ese papel más crítico y puntilloso, pero lo han frenado, le han quitado potencia y espero que muy pronto vuelva por sus fueros. En otras épocas, en algunas entrevistas, con sus preguntas, a un personaje polémico y cuestionado, entraba, como en los toros, a matar sin haber hecho la faena… directo y sin eufemismos.
En ese momento y para cuidar de la salud mental del paciente insomne, que ya inicia su jornada de trabajo a distancia, lo mejor es saltar a la frecuencia modulada (FM) a uno de los pocos oasis que se conservan en los desiertos radiales del mundo: Emisora Clásica 88.5, de la Fundación Carvajal de Cali. Es música sinfónica, que antes llamaban clásica y en la que fui educado, desde muy niño, como si fuera un alimento espiritual. Empiezo con: “Buenos días con música”, y luego el “Concierto de la mañana”, que va de las 8 a las 11 de la mañana. Lo original de esta emisora, con 40 años de historia, es que incorpora programas musicales que educan y amplían la cultura de los oyentes; hay música nueva, compositores, estrenos y como siempre, la música que alimenta la interioridad, al tiempo que acompaña en las tareas laborales, oficios de la casa, el estudio, la lectura, la meditación. Es ante todo una emisora que armoniza los espacios del hogar, cuida las plantas, calma las mascotas y conserva la memoria de los oyentes con las melodías que se han vivido en conciertos y audiciones.
Un solo pero: están cayendo en la tentación (por la bendita “pauta”) de convertirse en “radio hablada” (como La W, o RCN-radio o Caracol) con programas de salud, de turismo, consejería familiar. Cuidado, es una presión dada por la extrema dependencia de los anunciantes que no valoran lo suficiente una programación estrictamente musical que es el agua fresca de un pozo, dentro de un Oasis en medio de la aridez, el estruendo, la superficialidad y la gritería de la radio comercial en las bandas radiales del AM y el FM.
Monsieur A. J. Parrish, yo sí salí más godo, yo de 6 am a 10 am, escucho a Fernando Londoño Hoyos, por un solo hecho.
La sección hoy en la historia, y, la pauta es del grupo Ardila, entonces aguantable para el tímpano.
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Pd. Y aprovecho. La orquídea que me regalaste hace 5 años, ésta semana volvió a florecer.
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