Nadie me lo quita de la cabeza, el mundo es una balada y la vida un bolero, ¿y uno? Uno es una pobre maraca con la que pocas veces pasa algo, aunque por encima de nosotros todo nos pasa. A cada cual le toca su propio tiempo asimilar que tenemos enganchado al pie izquierdo un destino manifiesto que nos arrastra; habrá quienes pueden torcerlo, llevarlo encima como un costal de errores, comérselo de puro orgullo y vomitarlo en aguas de nostalgia.
Aunque no todo es pesadumbre, claro. Desde el inicio de lo que somos hemos creado escapes de la pesadilla de exhalar e inhalar una vez tras otra. Tenemos la música, el teatro, la literatura. La mesa con los amigos, la cama destendida y la sábana mojada. Habrá quienes tienen el sueño, su propio sueño tensado en una hamaca moviendo hacia el cielo la maraca.
Esto anterior me recuerda la parábola de los tres hermanos, digamos que uno era la pasión, el segundo el sentimiento y el último la razón. Como todos suponen, lo primero que se acabó fue la pasión. Un vendaval fortísimo y arrasador lleno de ira, de deseo, de una fuerza incontrolable que afectaba todo a su paso, pero encantador. Este fue el primer líder de un reino complejo y peligroso que ganó la corona por su fuerza, pero era fuerza de espada y grito que no generaba respeto sino miedo.
Lo segundo en irse fue el sentimiento; demasiado débil, demasiado inconstante, volátil, efímero e ilógico. No era posible confiar en él ni para liderar, ni para depositar secretos ni para esperar un largo aliento por eso jamás pudo gobernar el reino, ni siquiera se pudo gobernar a sí mismo. De alguna manera su papel siempre fue el de entretener porque a veces el sentimiento ralla en el ridículo y por ende provoca risa. Al igual que la pasión quiso el poder, pero nunca se atrevió a manifestarlo por temor a herir a otros.
Al final de todo quedó la razón, quien lloró la pasión tras su partida, porque de alguna manera la envidiaba y curiosamente mató el sentimiento, debía hacerlo. Al final, gracias a la frialdad, la pausa y el sentido lideró por muchos años, pero sin la sal que daba la pasión y sin la posibilidad de hacer lo que valía la pena que da el sentimiento. Triunfó por encima de todos, pero con viejos dolores, con una soledad abrumadora y viejas culpas por hacer lo correcto, pero no lo fácil. Lo curioso es que no quería el poder, pero una vez obtenido se encargó de detentarlo porque sentía que era lo correcto.
En honor a la justicia había una cuarta hermana que era la mujer y en ese sentido era pasión, sentimiento y razón, características que tuvo a lo largo de sus etapas. Habrán de saber que siempre estuvo al lado de sus tres hermanos, los entendía y trataba de darles lo que les faltaba, razón a la pasión, pasión al sentimiento y sentimiento a la razón, casi siempre en su justa medida, aunque nunca fue suficiente para ninguno de los tres.
Es así como termina la parábola de los tres hermanos; a saber: Santino, Fredo y Michael…
*Adenda: a Federico le llama sobremanera la atención que en el libro Puzzo dice que Sony tenía un aparato reproductor prominente o como dice el propio Fede, «una pisha descomunal».