Siempre existirá el miedo a amar porque amando somos vulnerables al otro, nos abrimos de tal manera que nos pueden descubrir los secretos, gustos, lo que nos emociona, excita, molesta, entristece; pueden conocer nuestra estructura familiar, de amistad, lo que deseamos y no cumplimos, lo que nos hace dudar, etc. Amar es mostrarse al otro en tu fase más humana y por lo mismo, la más vulnerable. 

Por eso, cuando sentimos que nuestro corazón palpita y nuestras tripas se mueven, nos invade el miedo y tomamos una decisión. Algunas veces huimos sin decir nada porque se trata de supervivencia, pues nos sentimos frágiles ante lo que viene con el otro; en otras ocasiones nos negamos al amor irracional y distribuimos el peso de la emoción de tal manera que sea manejable, es como si pudiéramos ser el verbo to be (1) por un momento pues podemos ser y estar; ser porque estamos viviendo la experiencia, pero estar porque tenemos la capacidad de ubicarnos en las sillas del estadio, tipo director técnico, y gritarnos qué hacer o dejar de hacer. Quizá este es el estado más cómodo de todos los que me he imaginado porque es allí cuando se cumple la teoría de que en las relaciones de pareja hay uno que ama más y otro que lo hace mejor. Básicamente el que ama como el verbo to be, es el que ama mejor. 

Yo no puedo negarme a todos los estados, de hecho, he estado en varios de ellos. He huido del campo de batalla para esconderme y poder contarles este cuento; me he quedado admirando desde la barrera cómo me sumerjo y salgo victorioso, sin lágrimas y con la certeza que amé; pero también me he embriagado con ese veneno y he perdido la cabeza.  Alguna vez, sin pensarlo, pude vivir en los tres estados: ser el huidizo, el que mira desde la barrera y también participa en la arena, para luego embriagarse y soportar la resaca. Pero toda esta perorata ¿Para qué?

Creo que es difícil encasillar al amor en algo, es decir, considerar que se nos presenta de una sola forma y que responde a lo que dicen los cuentos románticos. De hecho, podría pensar que solo sabemos que se ha amado cuando recordamos un momento de nuestra vida en el que fuimos alguno de los todos ya dichos. Por otra parte, creo que el amor llega de diferentes formas según el momento de la vida, sea por la edad, por lo que estamos viviendo, por la fortuna o el infortunio de la coincidencia.

Por estos días he vuelto a pensar mi cotidianidad, en lo que he vivido y lo que quiero vivir y me he dado cuenta de que si queremos ser libres debemos defender lo que deseamos y ser honestos con nosotros; eso quiere decir que debemos, al menos cuando se trata de amar, aceptar que estamos en cualquiera de los tres estados mencionados -y hay otros, así que clasifíquelos, organícelos y me cuenta- y que en todos se vive bien. Debemos reconocer que embriagarse es una manera de alterar la realidad y es en ese momento cuando más se producen deseos, que amar en el verbo to be es otra forma de vivir la vida y que incluso huir es el derecho que todos y todas tenemos para protegernos.

  1. Verbo to be: expresión tomada de una vieja compañía.