A partir de un tema molido, como es el COVID-19, con un bombardeo mediático asfixiante y conspiraciones de todo tipo, sería interesante dedicar nuestra atención a reflexionar en asuntos diferentes; incluso como terapia de ayuda (para la salud mental) y mecanismo de relajación ante la presión que la condición actual ejerce sobre la población. Lo que está ocurriendo en relación con un virus, ligado con enfermedades bacterianas, bichos microscópicos, es un buen pretexto para repasar sobre estos asuntos y conectarlos con otros temas un poco más trascendentales.

Una de las preguntas, aún sin respuesta, sigue siendo: ¿somos la única forma de vida de este universo? Esta pregunta nace de la ansiedad generada, tal vez por la sensación de soledad ante el vasto cosmos.

El universo no fue hecho a medida del ser humano; tampoco le es hostil: es indiferente.

Carl Sagan

Podríamos decir que desde los años 60’s, los científicos se dedican e invierten cientos de recursos para encontrar a la más minúscula forma de organismo extraterrestre (E.T) que haya surgido en cualquier lugar del universo diferente a la Tierra. El primer objetivo fue la superficie marciana (tal vez los marcianos deben estar escondiéndose del virus humanoide); luego se amplió la exploración a algunas lunas de los gigantes gaseosos del sistema solar: Júpiter y Saturno. La búsqueda continua y no va a parar, por ejemplo, recientemente la NASA y la empresa SpaceX realizaron el lanzamiento de una capsula de prueba para viajes regulares, inicialmente a la Estación Espacial Internacional, para luego regresar a la Luna y finalmente lanzarse al viaje a Marte.

Actualmente, la discusión sobre si los virus son o no formas de vida (el “To be, or not to be” sobre estos ácidos) es amplia. Parece existir un consenso en el cual los virus no se consideran una forma de vida pues requieren una célula huésped para reproducirse. Sin dejar de mencionar que es una bella discusión, el punto es que, la confirmación de la existencia de moléculas (quizás parecidas a los terrícolas ADN/ARN), con la ayuda de algunas proteínas por aquí y unos lípidos allá, y que tenga la maña de generar copias de sí mismas, colmaría de un éxtasis casi sexual a los astrobiólogos y a la comunidad científica en general. Este hallazgo, el día que suceda, aliviará a una parte de la humanidad, y tal vez no nos sentiremos tan minúsculos y solos en este universo.

Los E.T´s que afanadamente buscamos podrían ser semejantes – quizás – a los virus (que tanto nos irritan) o a formas un poco más avanzadas como procariotas o eucariotas. Lo anterior, asumiendo que la vida extraterrestre se pueda definir en los términos como la conocemos en la Tierra.

Es un escenario algo pintoresco: mucha exploración espacial, proyectos e inversiones para encontrar un microorganismo o pequeña partícula que evidencie la existencia de vida en otro insignificante planeta de la Vía Láctea; sin embargo, hoy día la humanidad está acorralada por virus, bacterias, microorganismos, las cuales podrían llegar a ser parecidas a las que se desean hallar fuera de este punto azul pálido.