Al estar entre hombres me parece pertinente subrayar algunos aspectos sobre la masculinidad. Creo que el gran motor de nuestro tiempo es movilizado por las fuerzas feministas. No quisiera pecar de egolatría e incluirme en esa categoría donde se discute mucho el rol político de los hombres ni pecar de ingenuidad sin decir que es necesario leer, actualizarse y debatir lo que se produce desde esas reflexiones.
El feminismo es un movimiento antiguo, fuerte y muy heterogéneo. Feminismos negros, blancos, indígenas, individualistas, socialistas, ácratas, entre otros muchos. En todo caso reflexiones que parten de un hecho: el lugar subordinado del rol de la mujer en la historia, en la política, en la ciencia y demás entornos. Y quizás más que el rol, la posición, la mirada, las reflexiones ligadas a unas experiencias. Una conclusión: la cuestión de género es desigual.
Como hombres, considero que debemos constantemente observarnos. Reflexionar sobre qué nos hace reír, cómo reproducimos nuestras relaciones amorosas, cuándo creemos que le gustamos a alguien, cómo nos comportamos como hermanos, tíos, amigos, padres; qué pensamos, en general, del amor y la sexualidad.
Rita Segato tiene una reflexión muy poderosa sobre el género, especialmente sobre las masculinidades. Teorizando sobre la violación entrevista violadores y llega a la conclusión de que es un fenómeno más social que individual. El violador es un moralizador que sigue una voz colectiva que castiga y desea dominar a la mujer. La polifonía (concepto que recicla de la lingüística), en la narrativa de los hombres es un mandato, en palabras de Rita, que los oídos masculinos escuchan. Lo mismo sucede con el “piropo” y demás acosos callejeros.
Cómo ser un hombre es algo que se escucha por doquier. Es un sinnúmero de bromas que se repiten sin cesar: “una llave que abre muchas puertas es una llave maestra, pero una puerta que se abre con cualquier llave no sirve”. Es hombre quien demuestre X saber (nombres de vacas, por dar un ejemplo jocoso), el que tenga Y cualidad (fuerza, genialidad) o el que evidencie Z característica (barba, músculos, altura). Estamos llenos de situaciones e imaginarios donde el hombre puede ocupar casi todos los roles pero las mujeres unos cuantos.
Frente a ello debemos estar atentos, dejar de escuchar esa voz social, enfrentarla, contradecirla; siempre es pertinente despertar. Hace un tiempo una feminista usó aquella metáfora para definir el feminismo: son despertares. Nunca es tarde para entrar en la reflexión, para despertar otra polifonía masculina.
Termino señalando una curiosidad en el campo del lenguaje, campo que no es transparente, que es histórico, ideológico. Cuando decimos “papás” o “padres de familia” al conjunto heterogéneo de mamá y papá ¿no estamos precisamente invocando una parte de esa polifonía patriarcal? ¿no hay una palabra que nos homologue, que nos horizontalice?
Una lectura recomendada para conocer, ese lugar subordinado de la mujer en los 50’s y 60´s, es el libro «En diciembre llegaban las brisas» de M. Moreno. Se desarrolla en Barranquilla y alrededores, pero al leerlo, en ocasiones me transportaba a Buga de esa época, claro está, por los relatos que me han contado.
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